Después de un mes y medio de pelearle a los achaques de la salud propios de sus 94 años, Sixto Palavecino llevará su música al cielo. Los santiagueños podrán despedirlo en el Teatro 25 de Mayo, adonde se realizará su velatorio.
Se fue un grande de la cultura santiagueña: Murió hoy don Sixto Palavecino
El monte llora su ausencia. La bravura y espesura de ese paisaje agreste donde nació, creció y desarrolló su amor por el violín, está de luto. Esa inmensa bóveda celeste que lo cobijó durante 94 años se empañó y lanzó sus lágrimas en un día triste. Es que acaba de morir don Sixto Palavecino, ese hombre que con su sencillez supo traducir la grandiosidad de su gente y defender a capa y espada su lengua madre: el quichua. El universo acaba de perder a una de sus más grandes y emblemáticas figuras no solamente del canto sino del hombre santiagueño, de ese ser sufrido que a diario vence la adversidad para sobreponerse y seguir adelante. Sixto supo llevar ese sentimiento al pentagrama de una manera maravillosa y accesible a todas las culturas. El cielo llora su ausencia, Santiago del Estero también.
El monte llora su ausencia. La bravura y espesura de ese paisaje agreste donde nació, creció y desarrolló su amor por el violín, está de luto. Esa inmensa bóveda celeste que lo cobijó durante 94 años se empañó y lanzó sus lágrimas en un día triste. Es que acaba de morir don Sixto Palavecino, ese hombre que con su sencillez supo traducir la grandiosidad de su gente y defender a capa y espada su lengua madre: el quichua. El universo acaba de perder a una de sus más grandes y emblemáticas figuras no solamente del canto sino del hombre santiagueño, de ese ser sufrido que a diario vence la adversidad para sobreponerse y seguir adelante. Sixto supo llevar ese sentimiento al pentagrama de una manera maravillosa y accesible a todas las culturas. El cielo llora su ausencia, Santiago del Estero también.
Una pequeña sintesis de Don Sixto
El 28 de Marzo del año 1915, el monte santiagueño de la localidad de Barrancas, inserta en el departamento Salavina de la provincia madre de la República Argentina, escuchó el grito de un gauchito que nacía en un rancho de sus entrañas, con el que la familia Palavecino sumaba al fogón el tercer hijo varón, había nacido Sixto Palavecino, el "qari" que dedicaría su vida a la defensa del idioma quichua de sus ancestros, el que la difundiría a través de la poesía y la música y en toda la dimensión cultural.
Fue en esas largas horas en que la sangre-música de los Palavecino, comenzó a hacer sentir en el niño que había llegado el momento de recurrir al instrumento. Estas ansias no se concretaban por la férrea oposición de su madre que no veía en los músicos la mejor ocupación y por ello lo privaba de acudir a los instrumentos de la casa. Esta actitud no hizo claudicar las inquietudes del "karisitu" –pastor- que flanquearía el obstáculo recurriendo a su habilidad artesanal.Comenzó con aquellas viejas maderas de una mesa en desuso a moldear, con su inseparable facón, el violín que lo iniciaría en la música.Aquel rústico violín que durante el día sorprendiera a los habitantes nativos del monte, quienes de pronto "escucharon" modificarse a su paisaje, y en el transcurso de la noche, formaba parte de los misterios, escondido en el hueco de un quebracho blanco que le serviría de estuche.En esos escenarios montaraces, donde el rebaño pastaba bajo su cuidado, hubo de nacer el actual "violinisto-sachero", tal como se bautizara el protagonista para diferenciarse respetuosamente del músico académico.
El 28 de Marzo del año 1915, el monte santiagueño de la localidad de Barrancas, inserta en el departamento Salavina de la provincia madre de la República Argentina, escuchó el grito de un gauchito que nacía en un rancho de sus entrañas, con el que la familia Palavecino sumaba al fogón el tercer hijo varón, había nacido Sixto Palavecino, el "qari" que dedicaría su vida a la defensa del idioma quichua de sus ancestros, el que la difundiría a través de la poesía y la música y en toda la dimensión cultural.
Fue en esas largas horas en que la sangre-música de los Palavecino, comenzó a hacer sentir en el niño que había llegado el momento de recurrir al instrumento. Estas ansias no se concretaban por la férrea oposición de su madre que no veía en los músicos la mejor ocupación y por ello lo privaba de acudir a los instrumentos de la casa. Esta actitud no hizo claudicar las inquietudes del "karisitu" –pastor- que flanquearía el obstáculo recurriendo a su habilidad artesanal.Comenzó con aquellas viejas maderas de una mesa en desuso a moldear, con su inseparable facón, el violín que lo iniciaría en la música.Aquel rústico violín que durante el día sorprendiera a los habitantes nativos del monte, quienes de pronto "escucharon" modificarse a su paisaje, y en el transcurso de la noche, formaba parte de los misterios, escondido en el hueco de un quebracho blanco que le serviría de estuche.En esos escenarios montaraces, donde el rebaño pastaba bajo su cuidado, hubo de nacer el actual "violinisto-sachero", tal como se bautizara el protagonista para diferenciarse respetuosamente del músico académico.
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